jueves, 30 de enero de 2014

Popurrí

Ayer me tomé el día libre de blog aprovechando que terminé con la colección de las chicas R. Que parece que no, pero inventarse una historia nueva al día, por cortita que sea, agota la creatividad. Al menos a mí me pasa, aunque puede que sea falta de costumbre. 
Además, tengo un examen el martes que viene, así que hay que enfocar las energías en otra cosa (mucho más aburrida, para qué os voy a engañar). Hasta después del examen no retomaré los cuentos. Pero espero poder sacar un ratillo para no abandonaros del todo.



De momento, y para hoy, os dejo las fotos de las cintas que tengo para unir los banderines:





También os voy a presentar las nuevas secciones que hay en el menú superior. 
En "A la carta" podréis ver todas las telas y cintas que tengo ahora mismo, combinarlas como más os guste, con las medidas y el número de banderines que queráis, y mandarme un mensajito por cualquier vía para preguntar o sugerir montajes.
En "Una tela, una historia" veréis una recopilación de todos los cuentos que voy escribiendo, en orden de publicación, por si os habéis perdido alguno o queréis releerlos.


Y esto es todo por hoy.

Disfrutad de la nieve a los que os haya caído :)


martes, 28 de enero de 2014

Una tela, una historia: Rebeca

 


Madrid, 10 de enero de 2014

A toda mi familia, amigos y conocidos:

Ya sabéis que siempre he querido dar la vuelta al mundo, visitar todos los continentes, todos los países, sin vuelos programados ni hoteles reservados. También sabéis que si no lo había hecho aún es porque para eso hace falta una pasta gansa.
Pues bien, ya la tengo. Me ha tocado la lotería del niño, ¡yujuuu! Y nada de un pellizquito, no. Me ha tocado en condiciones.
Así que aquí estoy, escribiéndoos una postal desde Barajas, mientras espero a que salga mi primer avión. Sin maleta ni nada. Ya iré comprando por ahí lo que necesite, (bueno, una mochila sí que llevo, con algo de ropa, neceser básico, cartera, ebook y poco más).
No sabéis lo que se siente al llegar a un aeropuerto, mirar la pantalla de salidas y elegir destino así al tuntún. Había pensado empezar por Roma y después dedicarme a conocer Italia, que es mi gran olvidada y me apetecía mucho. Pero, ¿sabéis qué me apetece más ahora mismo? Calor, hemisferio sur, verano ahora que aquí es invierno. Me gustan los contrastes. Por eso en billete que tengo en la mano me va a llevar a Buenos Aires. Ay, Argentina. Qué ganas de conocerla. Ya que estaré por allí, seguramente me quede recorriendo Sudamérica. Hasta que me canse y me apetezca un cambio de aires. Lo mismo desde Perú vuelo a Helsinki, quién sabe.
Puede que el dinero no dé la felicidad, pero en mi caso desde luego me ha dado libertad para viajar adonde quiera, y eso me hace muy feliz.
Me llevo una libretita con las direcciones y los emails de unos cuantos. Iré enviando noticias a unos o a otros, seguramente postales, que me hace ilusión. A quien le llegue, que la comparta con los demás. Así no perderéis la pista de los tumbos que vaya dando por el planeta. 
Bueno, como despedida imprevista, esto es todo. Pero no os preocupéis, volveré. En algún momento me apetecerá volver a casa. Total, mi vuelta al mundo puede ser con escalas y tengo el resto de mi vida para seguir viajando. 
Os prometo que en cosa de un año más o menos estaré por allí y montaré una macrofiesta para todo el mundo. Con regalos de los viajes y barra libre, por supuesto, jejeje.
Sed felices

Besos

Rebeca



lunes, 27 de enero de 2014

Una tela, una historia: Rocío


Rocío estaba que echaba humo. Todo el año soñando con las vacaciones. Imaginándose tumbada, relajada, en una playa paradisíaca viendo pasar chicos guapos en bañador y levantándose sólo para pasear por la orilla o para tomarse algo refrescante en algún chiringuito playero de esos de las películas, con tejados de hojas de palma. Cuando estaba aburrida en la oficina, mirando la lluvia caer al otro lado de la ventana y con ojeras de toda la semana, cerraba los ojos y casi podía sentirse descansada y morena. Se entretenía rebuscando hoteles asequibles cerca del mar.

Ahora ya estaba de vacaciones, en un hotelito cerca de la playa. O eso había reservado. Pero ¡ya! ¡Un huevo! Ya no es que no se viera el mar desde su habitación, es que tenía que caminar veinte minutos hasta llegar a la playa más cercana. Esa maravillosa idea de irse sola de vacaciones a disfrutar de la tranquilidad, dejaba de parecerle tan buena cuando tenía que cargar con sombrilla, hamaca, toalla, bolsa con cremas para el sol y demás esa distancia hasta la arena. Encima a primera hora. Porque morena sí, pero eso de levantarse sin despertador bien entrada la mañana... Si quería poder plantar su campamento en algún sitio decente, más le valía madrugar. Y aun así, los mejores sitios estaban ocupados por abueletes que por lo visto no tenían mejor manera de ocupar los años dorados de su jubilación que levantarse al alba para fastidiar a todo el mundo.

Así que madruga, llega sudorosa y cargada a la playa, elige un buen sitio, planta la sombrilla, extiende la toalla, se tumba y duerme un poco más. Pero poco. En menos de una hora la playa comienza a bullir. Para cuando quiere darse cuenta, está rodeada de familias con niños gritones, que no hacen más que tirarle arena al pasar corriendo a su lado, e incluso algún balonazo de vez en cuando.
Los paseos por la playa y al chiringuito quedan descartados desde que el primer día un amable policía municipal le informó de que no era conveniente dejar sus pertenencias sin vigilancia en la playa porque había muchos robos. Así que sólo se aleja para ir al baño cuando no le queda más remedio. Y con prisas. Y vigilando desde la cola, porque por supuesto hay cola, no sea que algún desalmado se lleve su nivea y su Cosmopolitan. Lo del chiringuito no le da tanta pena. Hay muchos donde elegir. Todos igual de cutres, con su olor a fritanga y su más que presumible tapa de salmonela.

Al quinto día se sorprende a sí misma echando de menos el aire acondicionado y la calma y el silencio de su oficina en verano. "¡El año que viene me voy a Finlandia!" decide mientras se sacude por enésima vez la arena de encima.


viernes, 24 de enero de 2014

Una tela, una historia: Raquel

Raquel estaba harta de la ciudad. Tanto ruido, tantos coches, tanta gente y tanto humo. Ella quería vivir en el campo, en una casita con un jardín lleno de rosas y un perro con el que dar largos paseos.
Así que un día se decidió. Compró una casita con jardín en un pueblecillo perdido. Hizo las maletas, sacó un perro de la perrera y se mudó al campo. 

Los primeros meses los dedicó a adecentar la casa: limpiar, lijar, barnizar. Elegir muebles y colgar cortinas. Engrasar el balancín del porche. Plantar rosales de todos los colores en el jardín y, ya que estaba, plantó también lirios, geranios y violetas.
Para cuando terminó con todo había llegado el invierno y tuvo que posponer los largos paseos con su perro Radú. Pero también la nieve tenía su encanto y disfrutó mucho tirándole bolas de nieve a Radú, que lo pasaba de lo lindo saltando y corriendo a cogerlas.

Por fin llegó la primavera. El blanco de la nieve dejó paso al verde de la hierba y las flores del jardín empezaron a desperezarse. Ilusionada, el primer sábado sin lluvia, Raquel se calzó unas botas de goma y con Radú a su vera salió a dar un primer paseo de reconocimiento.

Cinco, exactamente con cinco coches se cruzó en ese primer paseo de media hora. Cinco coches que la salpicaron de barro, la ahogaron con el humo y la obligaron a llevar a Radú atado con la correa casi todo el tiempo.
Volvió a casa algo frustrada, pero se consoló pensando que era sábado, el primer sábado de la primavera nada menos, y que esos coches serían de domingueros entusiastas que no molestarían entre semana.
El lunes lo volvió a intentar. Esta vez fueron diez los coches que se cruzaron en su camino. Ya en casa, de nuevo se consoló pensando que era día de mercado en el pueblo, y que a eso se debía tanto tráfico en una zona relativamente despoblada.

Pero fueron pasando los días y la cosa no mejoraba. Es más, tras un tiempo sin llover, los salpicones de barro fueron sustituidos por polvaredas que duraban horas suspendidas en el camino y hacían que le llorasen los ojos.

Raquel estaba triste. Había conseguido su casa en el campo, con un jardín lleno de flores. Y tenía a Radú. Pero no podía disfrutar de los largos paseos con su perro con los que había soñado por culpa de esos mismos coches por los que en gran parte había huído de la ciudad.

En eso pensaba mientras cuidaba de los rosales, arrancando las flores marchitas y podando las ramas enfermas. Estaba acariciando suavemente uno de esos rosales que formaban parte de su sueño cumplido a medias, cuando la retiró de repente soltando un gritito y se llevó un dedo a la boca. Se había pinchado con una espina del rosal. Mirando la gota de sangre que había aparecido en su dedo, tuvo una idea. Su expresión triste se transformó en una sonrisa traviesa y truinfante. Recogió los bártulos de jardinería y entró en casa.

Esa noche, después de cenar se hizo una taza de té y estuvo leyendo hasta la hora de siempre. Apagó las luces y esperó junto a la ventana a que el resto de casas del pueblo las apagaran también. Esperó nerviosa una hora más que se le hizo eterna. Y sólo entonces salió de casa, armada con una navaja bien afilada y las tijeras de podar.

A la mañana siguiente se levantó tarde. Había sido una noche agotadora. Pero estaba contenta e impaciente por disfrutar del resultado de sus esfuerzos. Se preparó para su paseo cotidiano y, mientras se alejaba, sonrió al oír las voces y gritos airados que salían de todas las casas del pueblo, lo que era raro en un lugar en el que normalmente reinaba la calma. Pero era comprensible, estaban enfadados. Alguien había rajado todas las ruedas de todos los vehículos a motor del pueblo.

Ese día el paseo de Raquel duró horas y no la molestó ningún coche.


jueves, 23 de enero de 2014

Una tela, una historia: Ruth

Frío. Mucha luz. Mucho ruido. Por eso llora Ruth.
No sabe que ha tenido mucha suerte. Enseguida estará calentita, arropada y bebiendo algo dulce y delicioso. 
Ya la quieren. En realidad la quieren desde antes de conocerla. Y ha costado mucho traerla. Que se lo digan a su madre, que sigue exhausta acostada en la camilla tras varias horas de parto. Y aun así, está deseando verla y cuidar de ella.

Va a vivir en una casa preciosa, con un jardín y una valla blanca. Todavía no está allí, pero dentro de unos años, en el jardín habrá un columpio, también blanco. Le han preparado una habitación de cuento de hadas, llena de flores y corazones. 

Irá a un buen colegio, llevará vestidos bonitos, tendrá juguetes nuevos y tal vez hasta un perro. Su padre ya está a punto de ceder en ese tema.

Han preparado una fiesta de bienvenida para cuando llegue a casa, con regalos, dulces, globos y guirnaldas de banderines. Ella no se va a dar cuenta, claro. Ni siquiera lo recordará. Pero más adelante sonreirá al ver las fotos. Irá a verla toda la familia y un montón de amigos de sus padres, y todos dirán lo guapa que es y le sacarán parecidos. De esto sí podrá acordarse porque se repetirá muchas veces. Casi cada vez que la vean durante unos años.

Pero ahora sólo llora porque tiene frío, porque hay mucha luz y mucho ruido.

No sabe que ha tenido mucha suerte.


miércoles, 22 de enero de 2014

Una tela, una historia: Rosa

Siempre me ha gustado que me cuenten historias o cuentos. Supongo que por eso, entre otras cosas, me encanta leer, el cine, las series y las canciones. También me gusta contarlas, aunque lo practico menos. 
Me parece un auténtico reto escribir una novela entera. Si lo hiciera yo estoy segura de que me volvería loca. Sin embargo, los relatos cortos o microcuentos los veo más asequibles y alguna vez me he lanzado.

Como mientras le doy a la máquina de coser no tengo gran cosa que contar sobre este proyecto que me traigo entre manos, se me ha ocurrido aprovechar para escribir historias cortas inspirándome en cada tela con la que trabajo. Y empiezo hoy.

Serán historias independientes. Algunas ni siquiera serán historias. Tal vez sólo escenas retratadas con palabras. 

Veremos lo que sale y espero que os guste :)





Ésta es Rosa. 



Tiene 5 años y sueña con ser bailarina, enfermera, espía o presidenta del gobierno. No le importa demasiado de qué país. Ahora mismo está ocupada con otros asuntos, como usar todos los lapices de su nueva caja de pinturas. El rosa, obviamente, es su color favorito. ¿Cómo no le va a gustar un color que lleva su nombre y que además es tan precioso? Los tutús de las bailarinas son rosas. Y cuando sea enfermera, espía o presidenta, usará uniformes y trajes rosas, de eso está segura. De hecho, si por ella fuera, todo sería rosa. La gente vestiría de rosa, los coches y las casas serían rosas, incluso el cielo y el mar.

Sin embargo, el lápiz rosa de su caja de pinturas nueva no lo ha estrenado todavía porque no quiere que se le gaste y sabe que cuando lo saque de la caja no lo soltará. Pero hoy es miércoles y está pintando una bailarina. Ha dejado el tutú y las zapatillas para el final. Está feliz. Por fin va a usar su maravilloso, reluciente y nuevo lápiz rosa. Y no le importa no volver a soltarlo.

Emocionada con su dibujo, se ha pintado el vestido sin querer. Mira la mancha preocupada, pensando en qué dirá su madre, y su boca se va abriendo por la sorpresa a medida que la mancha se extiende por toda su ropa. Tarda un poco en reaccionar, pero enseguida empieza a hacer pruebas. Su mesa, su cama y las paredes de su habitación se vuelven rosas en cuanto las toca con su lápiz nuevo.

Con una sonrisa radiante sale a la calle. Por fin va a tener su mundo rosa.


http://www.freevector.com/pink-world/



martes, 21 de enero de 2014

Pepa y el bunting

Ya os enseñé en mi segundo post algunos usos de los banderines en decoración. Pero hoy quiero compartir unas fotos de una casa real de alguien que conozco (ya lo siento, pero para mí siempre serás Pepa :p), para que no parezca todo de revista.



Me encantan los de la cocina. Le dan un toque muy especial y hogareño. Además, al ser de tela, pueden ir directos a la lavadora sin ningún problema y quedan como nuevos.




Y no me digáis que no alegran la academia de inglés que acaban de estrenar. Toda la decoración es muy acogedora. Tanto que no parece que vayas a clase. Estoy segura de que a los niños les encantará :)


Y como no sólo de tela vive el bunting, también os traigo algunos ejemplos de otros estilos de esta técnica de decoración:



Estos son de madera y cuerda. Los corazones para el dormitorio de los mayores y las estrellas para el del peque. Los primeros le dan un aspecto romántico a las cortinas. Pero los segundos... me tienen enamorada. Quedan genial en ese mueble y se pueden pintar para combinarlos con cualquier decoración.
De momento me voy a centrar en los de tela, pero más adelante, quién sabe. Lo mismo me da por explorar nuevos retos.


Yo no hago más que mirar y remirar mi casa a ver dónde puedo colocarlos. Hay tantas posibilidades... ¿Vosotros ya lo habéis pensado?

lunes, 20 de enero de 2014

Telas y logos

Empiezo la semana presumiendo. Por partida doble.

Si habéis pasado por la página de facebook, ya habréis visto lo que voy a enseñar hoy. Pero esta será la versión extendida con comentarios del director.

Lo primero, el resultado de mis compras con las que me despedí el viernes.
Vivo en un pueblo pequeño en el que sólo hay una tienda de telas propiamente dicha. Y aunque sé que me tocará hacer incursiones por ciudades con más oferta, ir a la caza de tiendas bien surtidas y rebuscar entre retales, decidí empezar por los alrededores. Y no se dio nada mal:


No tenían demasiadas telas coloridas y floreadas. Las de colores más vivos y motivos más alegres, tenían el fondo blanco y los dibujos grandes y separados, así que no servían a mis fines. Pero al final conseguí idear un par de colecciones con lo que había por allí. Una en todos rosas y otra en tonos azules. Niñas y niños. O no. Ya veremos cómo las combino una vez tenga los banderines hechos y pueda jugar a hacer puzzles y mezclar a mi antojo. O al vuestro.
Así de primeras las combinaciones que se me ocurren se ven claramente en la disposición de las telas en la imagen. Columna izquierda con base rosa, columna derecha con base azul y cintas variadas para cada guirnalda. Pero se agradecen sugerencias ;)



Y lo segundo, por lo que sí que quiero presumir un montón, es por el fantástico logo y su correspondiente favicon (yo tampoco sabía lo que era un favicon, hasta que hace poquito me lo explicó el mismo artista que ha hecho el mío. Si queréis saber más, podéis pinchar aquí) que ahora coronan este blog:



Mikel es un jovencísimo diseñador gráfico que desborda creatividad y hace gala de un gran sentido de la estética (y además es mi primo, que al final todo queda en familia, jejeje). Todas las creaciones que le he visto son preciosas, y mi beybe colorido me enamoró en cuanto abrí el mail.
Sin embargo hay una cosa en la que todavía no nos ponemos del todo de acuerdo. Él opina que debería poner el fondo blanco y, aunque estoy convencida de que técnicamente tiene razón, me da un poco de miedo quitar esa franja verdosa de ahí arriba. Me vendrían bien más opiniones. ¿Qué decís?

viernes, 17 de enero de 2014

¿Y de dónde sale esto?

La gente que me conoce, puede pensar que de repente algo ha hecho clic en mi cabeza y me ha dado por ponerme a hacer y hablar de banderines como loca.


Y en parte tendrían razón. Pero sólo en parte.

Sí, lo de los banderines es nuevo. Pero las ganas de hacer cosas con las manos, cosas bonitas que dejen volar la imaginación, es una idea que me ronda desde hace mucho tiempo. 

Cuando la entrada de trabajo cayó en picado hasta convertir mi mente en un papel en blanco en el que poder idear cualquier idea... ese fue el problema. Demasiadas ideas bullendo y peleando por salir que crearon un efecto embudo. Curiosamente, mi máquina de coser estaba guardadita en su armario y sólo salía en momentos puntuales, para coger bajos de pantalones o arreglar algún descosido. No sé porqué nunca la tuve en cuenta más que como un apoyo a los proyectos que se me ocurrían.

Por suerte, hace unos días me topé con el catalizador, que desatascó el embudo de ideas e hizo que centrara mi energía en un proyecto concreto: banderines.


¿Que por qué banderines?   

http://greatkingdom.co.uk/es/HomeEs una historia bonita. 
Tengo una prima que hace poco ha estrenado chico, vida y bebé soñados. Y no pongo al chico en primer lugar por casualidad. Los grandes amores lo contagian todo, y como el muchacho en cuestión es inglés, el amor de mi prima se ha extendido por todo lo que rodea la cultura inglesa. Así que la parejita ha puesto en marcha un proyecto en Madrid del que ya os hablaré en otra ocasión, que gira en torno al Reino Unido y que incluye una tienda de crafts de estilo inglés.

Por lo visto, en Inglaterra, o al menos en algunas zonas, los bunting o guirnaldas de banderines son tan comunes en las casas como aquí los felpudos. Menos útiles, vale, pero con muchas más posibilidades y mucho más bonitos.

En nuestra última conversación telefónica, de esas larguísimas de ponernos al día y de hacer repaso de su niño nuevo, de mi casa nueva, de su negocio nuevo, de mis proyectos en ciernes, etc, me dijo: oye, y tú que sabes coser, ¿por qué no haces bunting? que aquí en España son muy difíciles de conseguir y además carísimos los pocos que hay, y me vendrían bien para mi tienda.

Eso del bunting era nuevo para mí. Pero de fiestas sé un rato. Y toda fiesta que se precie tiene sus guirnaldas de lo que sea. Además, estoy en pleno proceso de montar mi piso y de tanto leer y ver fotos estoy haciendo un master en decoración hogareña a la última.
Así que en cuanto colgué, fui derechita a Google a ponerme al día sobre bunting, rescaté unos retales de tela que tenía por casa y me puse a hacer pruebas. El resultado es este:




Vale, es una guirnalda de sólo tres banderines pequeños y que además parecen tangas según un amigo mío (era la tela que tenía por casa, qué le vamos a hacer :D). Pero me sirvió de banco de pruebas y son mis banderas de salida.

Ahora me toca elegir telas bonitas, combinarlas y enseñaros los avances poco a poco. 

Hasta la próxima, ¡me voy de compras!

jueves, 16 de enero de 2014

Pero yo los llamo banderines

  Pues sí, para mí siempre han sido banderines. A lo sumo guirnaldas de banderines.

 

Los primeros que recuerdo son de plástico, unidos por una cuerda blanca, de colores lisos, decorando la plaza en las fiestas del pueblo.
 O su alternativa, también de plástico, pero rectangulares y con las banderas de distintos países.


 Sin embargo ahora van mucho más allá. Han evolucionado hasta convertirse en delicadas piezas hechas a mano, personalizables hasta el extremo y que pueden decorar cualquier cosa, desde la habitación de un bebé, hasta una fiesta de cumpleaños o una boda.


Dormitorios infantiles decorados con banderines
Dormitorios infantiles

Cuna de bebé decorada con banderines
Cuna de bebé

Boda decorada con banderines
Boda

Cumpleaños

Las posibilidades son infinitas, ya que se pueden hacer guirnaldas más o menos largas, del tamaño deseado y con los motivos que mejor se adapten a lo que estás buscando. Sólo es cuestión de encontrar las telas que hagan mágicos los rincones elegidos. Y telas hay para todos los gustos :)

Bunting


Origen del Bunting. ¿De dónde viene? ¿Qué es?


 El Bunting (o bunt) era originalmente un tipo específico de tejido ligero de lana comunmente conocido como tammy, fabricado a partir del siglo XVII, y que se utilizaba para la fabricación de cintas y banderas,  incluyendo banderas de señales para la Marina Real inglesa. Una de las propiedades que hicieron de esta tela la más adecuada para lazos y banderas fue su brillo, conseguido mediante un procedimiento que incluía el prensado en caliente



Hoy en día, "bunting" es un término utilizado para las decoraciones festivas de tela, o de plástico, papel o cartón que imitan la tela. Las formas típicas del bunting son cadenas o guirnaldas de banderas triangulares de colores unidaspor tiras de tela. Los colores son vivos y variados y los estampados a gusto del consumidor. 



 
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