La gente que me conoce, puede pensar que de repente algo ha hecho clic en mi cabeza y me ha dado por ponerme a hacer y hablar de banderines como loca.
Y en parte tendrían razón. Pero sólo en parte.
Sí, lo de los banderines es nuevo. Pero las ganas de hacer cosas con las manos, cosas bonitas que dejen volar la imaginación, es una idea que me ronda desde hace mucho tiempo.
Cuando la entrada de trabajo cayó en picado hasta convertir mi mente en un papel en blanco en el que poder idear cualquier idea... ese fue el problema. Demasiadas ideas bullendo y peleando por salir que crearon un efecto embudo. Curiosamente, mi máquina de coser estaba guardadita en su armario y sólo salía en momentos puntuales, para coger bajos de pantalones o arreglar algún descosido. No sé porqué nunca la tuve en cuenta más que como un apoyo a los proyectos que se me ocurrían.
Por suerte, hace unos días me topé con el catalizador, que desatascó el embudo de ideas e hizo que centrara mi energía en un proyecto concreto: banderines.
¿Que por qué banderines?
Tengo una prima que hace poco ha estrenado chico, vida y bebé soñados. Y no pongo al chico en primer lugar por casualidad. Los grandes amores lo contagian todo, y como el muchacho en cuestión es inglés, el amor de mi prima se ha extendido por todo lo que rodea la cultura inglesa. Así que la parejita ha puesto en marcha un proyecto en Madrid del que ya os hablaré en otra ocasión, que gira en torno al Reino Unido y que incluye una tienda de crafts de estilo inglés.
Por lo visto, en Inglaterra, o al menos en algunas zonas, los bunting o guirnaldas de banderines son tan comunes en las casas como aquí los felpudos. Menos útiles, vale, pero con muchas más posibilidades y mucho más bonitos.
En nuestra última conversación telefónica, de esas larguísimas de ponernos al día y de hacer repaso de su niño nuevo, de mi casa nueva, de su negocio nuevo, de mis proyectos en ciernes, etc, me dijo: oye, y tú que sabes coser, ¿por qué no haces bunting? que aquí en España son muy difíciles de conseguir y además carísimos los pocos que hay, y me vendrían bien para mi tienda.
Eso del bunting era nuevo para mí. Pero de fiestas sé un rato. Y toda fiesta que se precie tiene sus guirnaldas de lo que sea. Además, estoy en pleno proceso de montar mi piso y de tanto leer y ver fotos estoy haciendo un master en decoración hogareña a la última.
Así que en cuanto colgué, fui derechita a Google a ponerme al día sobre bunting, rescaté unos retales de tela que tenía por casa y me puse a hacer pruebas. El resultado es este:
Vale, es una guirnalda de sólo tres banderines pequeños y que además parecen tangas según un amigo mío (era la tela que tenía por casa, qué le vamos a hacer :D). Pero me sirvió de banco de pruebas y son mis banderas de salida.
Ahora me toca elegir telas bonitas, combinarlas y enseñaros los avances poco a poco.
Hasta la próxima, ¡me voy de compras!
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